Los deseos que no se desean Por Ignacio Estrada

Mi nombre es Carlos, trabajo de noche en un antro muy conocido de Guadalajara.
Era una de esas noches muy tranquilas, sólo había unas cuantas personas en el antro, la mayoría estaba ebria. Al cambio de turno yo me encontraba un poco pasado de mi horario ya que el próximo idiota se había retrasado, algo común en él.(siempre lo hace)

Tengo una novia se llama Ana me trata horrible me grita, me pega, me regaña. Me trata como su esclavo y cuando quise cortar con ella me amenazo con una pistola una larga historia.

Muchos de mis amigos me decían que yo era muy manipulable y muy dejado, y lo soy la verdad es que me gusta ser asi no me gustan las peleas y violencia.

Estaba ya trabajando en el antro ya estaba desesperado no llegaba el del otro turno mi “novia” me habló para fastidiar como siempre.

Dije en voz baja desearía que se murieran esos 2 desgraciados me llevan a la c#1ng@2@”

Había una persona en el antro, un hombre de no más de veinte años, era blanco y alto, de ojos rojos.
Me había mirado toda la noche, yo ya me estaba empezando a asustar, entonces por fin llego al que le tocaba el otro turno.
Salí casi corriendo me estaba siguiendo me subí a el taxi le dije al conductor que arrancara pero rápido.


- Espere, espere ¡Ay no lo puedo prender!-
-¡Apresúrese!-
Vi que el hombre se encontraba fuera del auto, sus músculos estaban tensos y se notaba el horror en su rostro.
- Disculpe, ¿Se le ofrece algo? -pregunté.
- ¿Te están molestando?¿Los odias? -me preguntó su voz ronca y diabólica.
- No-n-no-no- tartamudeé bueno a ¿Quiénes?
-¡Ya lo sabes!
- Disculpa pero ¿No se dé que hablas? -dije.

Al decir esto el hombre apareció en la parte de atrás del taxi. Desde ahí vi su rostro, comprobé que era el mismo que me había estado vigilando en el antro, Y lo vi más detalladamente. Sus ojos eran rojos como una sandia, su piel era pálida como un plátano.

- Hola, ¿Cuál es tu nombre? -dijo.
- Carlitos, ¿Por qué me has estado siguiendo? -pregunté.
- Te he visto todas las noches del último mes, y creo que necesitas ayuda -respondió
- ¿Ayuda? ¿Para qué?
- Eres tan poca cosa -dijo por toda respuesta.
- ¿Qué quieres? -pregunté ya casi sin esperanza, pues no había respondido ninguna de mis preguntas.
- Quiero ayudarte, quiero que no seas un perdedor, todos te pasan a llevar, haces turnos extras por un flojo que se queda durmiendo en su casa, tu novia sólo te pide dinero, y además tu jefe te paga una miseria ¿eso te sirve de respuesta?
- Tú no tienes derecho a meterte en mi vida! Además no te conozco, por favor vete -dije muy enojado.
El hombre se acercó cada vez más a mí, luego con una mano tomó mi cuello y con la otra el del conductor.

- Bueno, haremos un juego, ¿Tu vida o la de él? -dijo sonriendo.
- ¿Qué, estás loco? -dije y traté de zafarme, pero su fuerza era mayor.
- ¡Responde!, tienes cinco segundo.
- ¡Uno!
Toda mi vida pasaba delante de mí.
- ¡Dos!
Pude ver a toda la gente que me había pisoteado, riéndose a carcajadas.
- ¡Tres!
Ya no me quedaba tiempo,...
- ¡Cuatro!
-¡Mátalo! -grité.

El hombre me soltó y con un ligero movimiento de su muñeca, destrozó al conductor, separando la cabeza del cuerpo.

- Elegiste bien, por eso has ganado el juego ¿Qué pasa cuando alguien gana algo? -dijo sonriendo.
- ¡Maldito enfermo! -grité.
- No, no. Cuando alguien gana algo, se merece un premio ¿no? -seguía sonriendo.
- Cállate! , !Vete¡ ¡Vete y llévate el cadáver! -dijo con voz entrecortada.
- Pero primero te daré tu premio -dijo.

Al decir esto, yo estaba despertando saliéndome de mi cama era un día como ese sabor cuando te comes una semilla de limón.

Y grité –¡Ana!- y no me respondía busque en toda la casa y no estaba entonces fui rápido a vestirme pero cuando abri mi closet estaba ahí colgada llena sangre y no era solo ella también estaba ahí el del taxi y al que le tocaba el otro turno de estar ahí y la pared estaba manchada de sangre estaban unas letras que decían:

Ahí está tu premio por haber ganado el juego, como tú lo habías deseado.