lunes, 16 de noviembre de 2009

De paso por Guadalajara por Alexis Zavala

De paso por Guadalajara…

Conocí a Rodrigo Gonzales hace unos 4 años en la ciudad de Guadalajara, México. Estaba yo desayunando en un bar cuando el muchacho se acercó a mi mesa preguntándome si estaba dispuesto a compartirla. Dado que el lugar se encontraba muy concurrido y no ofrecía un solo lugar disponible, no tuve más remedio que aceptarlo como compañero casual.

Peinado de mohicano, de unos 14 años y vistiendo un pantalón de mezclilla y una playera blanca , el muchacho se mostró sociable y muy educado. Pidió un café y trató de no interferir en la lectura del la revista que me mantenía ocupado. Por cuestiones de cortesía pensé que sería un gesto obligado dirigirle al menos una palabra.

- Hace frío ¿verdad?

- Sí. ¿Usted no es guadalajarense, verdad?- preguntó. Supongo que para demostrarme que él también era cortés.

- No. Estoy de paso. Mañana vuelvo a mi país.

Así, intercambiando frases que luego se fueron extendiendo, Rodrigo se presentó como corredor de motos. Su aspecto desentonaba con su profesión, pensé.

Después de terminado el desayuno, el muchacho se puso de pie y antes de despedirse me preguntó si quería presenciar su clase, si quería acompañarlo.

- Hoy es el primer día. Me gustaría que me acompañe, cuando termine de correr porque tengo competencias puedo llevarlo a conocer algunos sitios interesantes de mi vieja ciudad de Guadalajara.

Dudé, pero luego decidí aceptar. Debía esperar a la noche para viajar y pensaba hacer tiempo en quehaceres turísticos, pensar en eso guiado por un nativo me pareció más estimulante soledad por calles que no conocía.

Salimos juntos del bar. Yo gentilmente pagué la cuenta y él me agradeció con la promesa de invitarme luego con un auténtico whisky del país. Tomamos un ómnibus hasta las puertas de donde practicaba; una pista con rampas increíbles, lodo por toda la pista. Me contó de un tal Alexis Gonzales y deduje, por el apellido, que sería algún pariente del cual se sentía orgulloso. Caminamos, él hablaba de su pasión, de su pasión por los motocrosses y en un tono más informal. Fuimos por las gradas; yo lo seguía. Él, con andar pausado, iba revisando los entrenadores y hasta que dijo “Es aquí”.

Esta repleto de muchacho que practicaban hasta que él hizo su entrada. Yo lo seguí y me ubiqué en la parte más alta del las gradas en uno de los pocos lugares que quedaban libres. Comenzó a dar instrucciones.

- Muy bien- dijo - Bienvenidos-

El silencio fue total, sólo algunas sonrisas complacientes ante la presencia de quien dirigiría la reunión. Alexis comenzó a hablar, modo de introducción, sobre su vida y las motos y las cosas que debes hacer y que nunca deber hacer.
Pasaron no más de diez minutos y un hombre se presentó con dos encargados de seguridad.

- Gonzales, por favor- dijo el hombre mientras los agentes lo invitaban a retirarse.

Los muchachos quedaron boquiabiertos. El hombre que los comandaba quedó al frente de los muchachos y se presentó como el rector de la de las motos y las pistas de motocross.

- Lamento lo sucedido. Este hombre se escapó de un neuropsiquiátrico y suele hacernos cosas como esta cada vez que logra escaparse. El instructor a cargo está por llegar; les ruego sepan esperar en orden.

El bullicio creció y el alumnado se sintió molesto, sobre todo los que más habían llenado sus cuadernos con las cosas que izquierdo estaba diciendo. Hubo carcajadas, indignación y todo tipo de comentarios. Nadie se atrevió a reconocer que lo que lopez estaba diciendo era interesante. Yo abandoné la pista y, por más que lo intenté, no pude dar con lopez. Uno de los instructores me explicó que el hombre había sido alumno de la escuela de motos.

Me hubiera gustado quedarme, pero tuve que partir ese mismo día. Me hubiera gustado que un loco hubiese sido mi guía por las calles de Guadalajara, supongo que hubiese conocido cosas que jamás conoceré. Me hubiera gustado que alguien hubiese conservado los apuntes de aquellos minutos de clase, pues realmente habían sido interesantes a pesar de que no formaban parte del programa. Me hubiera gustado saber si alguno de aquellos muchachos dudó, a partir de entonces, de que la escena se repitiese, no sólo cuando llegó el «verdadero» instructor, sino cada vez que debieran enfrentarse a alguien por primera vez. Por mi parte, agradezco a Gonzales la enseñanza. Desde entonces, sólo presto atención a quienes les aseguran que la merecen.

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